HIPOKALEMIA
La
concentración de K+ plasmático varía en forma directa con el K+
almacenado en los depósitos corporales (Fig. 11). Sin embargo, no siempre que
hay depleción de K+ ésta se acompaña de hipokalemia, tal como ocurre
en pacientes con acidosis metabólica o respiratoria. Durante la acidosis, el
exceso de H+ se moviliza al interior de las células en intercambio
por Na+; como resultado el K+ extracelular puede estar
normal o aún elevado cuando el K+ corporal está bajo. Habitualmente
el corregir la acidosis determina el verdadero estado en que se encuentran los
niveles de K+ sérico.
Patogenia y diagnóstico
El
diagnóstico de la o las causas de depleción de K+, generalmente se
determinan a través de la historia clínica. Sin embargo, pacientes cuya
depleción de K+ es secundaria a uso crónico de laxantes, vómito
provocado por problemas psicógenos como ocurre en la anorexia nervosa o
en la bulimia o al uso solapado de diuréticos, el diagnóstico puede ser difícil
al ocultarse su origen. Pacientes con tumor velloso del colon, con frecuencia
relatan heces bien formadas; sólo un interrogatorio intencionado, revelará la
excreción de moco en la evacuación en cantidades variables.
Cuando
el cuadro clínico no permite establecer el origen de la hipokalemia, la
medición del K+ urinario permitirá sospechar el origen de las
pérdidas. Por ejemplo; en las pérdidas extrarrenales, especialmente
gastrointestinales, la excreción urinaria de K+ se encuentra por
abajo de 20 mEq/día; es importante señalar que la excreción de sodio debe estar
por arriba de los 100 mEq/día. Por el contrario, en presencia de pérdidas
renales el K+, siempre será mayor que 20 mEq/día. Sin embargo, la
concentración puede ser baja en situaciones con grave depleción de K+
(excepto cuando ya se ha producido nefropatía kaliopénica), en aquellos casos
con exceso de mineralocorticoides y dieta baja en Na o en pacientes a los que
se suspenden los diuréticos al momento de la revisión clínica. La medición del
pH también puede contribuir al diagnóstico diferencial, ya que la mayoría de
los pacientes con hipokalemia cursan con pH normal o alcalino; hay, sin
embargo, hipokalemia asociada a ciertas formas de acidosis tubular renal,
cetoacidosis diabética y en enfermos tratados con inhibidores de la anhidrasa
carbónica. Una tercera anormalidad que sirve para establecer el diagnóstico, es
la presencia de hipertensión que sugiere la presencia de alguna de las formas
de hiperaldosteronismo (excepto el síndrome de Bartter).
Redistribución
del potasio
La
insulina facilita la entrada de K+ a las células musculares y
hepáticas; como resultado del exceso de insulina y glucosa se puede producir
hipokalemia. Esto ocurre con frecuencia en pacientes sometidos a
hiperalimentación parenteral.
La
alcalosis metabólica y la hipokalemia generalmente ocurren juntas, debido a la
existencia de flujos de cationes entre las células y el espacio extracelular.
Durante alcalosis los iones de H+ son liberados de los
amortiguadores intracelulares hacia el líquido extracelular en un intento para
mantener el pH dentro de límites normales. Para preservar la
electroneutralidad, el K+ y el Na+ extracelulares
difunden hacia el interior celular, lo que resulta en una caída del K+
sérico.
La
hipokalemia produce la movilización de K+ celular que a su vez se
intercambia por Na+ e H+; el efecto neto de este
intercambio es la aparición de alcalosis extracelular y acidosis intracelular.
La administración de K+ tiende a corregir ambos defectos: la
hipokalemia y la alcalosis.
Pérdidas
renales
La
excreción urinaria de K+ está determinada por su secreción en el
túbulo distal. La pérdida excesiva de K+ en la orina puede ser
inducida por condiciones que cursan con un exceso de mineralocorticoides,
flujos tubulares muy altos en las porciones distales del nefrón, reabsorción de
Na+ sin su anión correspondiente e hipomagnesemia.
El
exceso de mineralocorticoides (aldosterona) favorece la reabsorción de Na+
en el tubo distal y la secreción de K+ e H+. El
hipermineralocorticismo se observa en condiciones como: aldosteronismo
primario, hiperaldosteronismo secundario que acompaña a la hipertensión maligna
y renovascular, síndrome de Cushing, hipersecreción de renina típica del
síndrome de Bartter y de los tumores secretores de renina, ingestión de orozúz,
exceso de glucocorticoides y en algunas formas de hiperplasia suprarrenal
congénita.
Algunas
enfermedades tubulares renales se acompañan de pérdidas de K+. Una
de ellas es la acidosis tubular renal tipo I o distal y la tipo II o proximal;
ambas se caracterizan por la presencia de acidosis metabólica hiperclorémica e
hipokalemia. La leucemia mielocítica, particularmente la variedad monocítica,
puede ocasionar pérdida renal de K+ e hipokalemia.
El
aumento del flujo tubular de Na+ a las porciones más distales del
nefrón se presenta en cualquier condición en que la reabsorción de Na+
y agua está disminuida en el tubo proximal y la rama ascendente del asa de
Henle, tal es el caso de los diuréticos tipo furosemida, ácido etacrínico,
acetazolamida, tiazidas y diuréticos osmóticos, que consecuentemente aumentan
la secreción de K+. Ya que los diuréticos producen depleción de
volumen, si las pérdidas urinarias no son reemplazadas, la secreción de
aldosterona aumenta, vía la estimulación del sistema renina angiotensina, aún
en pacientes
edematosos; este hiperaldosteronismo secundario puede contribuir aún más a la pérdida urinaria de K+. Existe además un grupo de nefropatías perdedoras de sal que en casos graves pueden contribuir a pérdida de K+ muy importante, mayor de 200 mEq/día. La ingestión de una dieta rica en Na+ también incrementa el flujo distal y por tanto el intercambio Na+ K+; en sujetos normales, esta maniobra dificilmente produce hipokalemia, debido en parte a que la administración de sal reduce la secreción de aldosterona; sin embargo, la administración de sal a pacientes con aldosteronismo primario produce un déficit rápido de K+, lo que se ha utilizado como prueba de detección de la enfermedad.
edematosos; este hiperaldosteronismo secundario puede contribuir aún más a la pérdida urinaria de K+. Existe además un grupo de nefropatías perdedoras de sal que en casos graves pueden contribuir a pérdida de K+ muy importante, mayor de 200 mEq/día. La ingestión de una dieta rica en Na+ también incrementa el flujo distal y por tanto el intercambio Na+ K+; en sujetos normales, esta maniobra dificilmente produce hipokalemia, debido en parte a que la administración de sal reduce la secreción de aldosterona; sin embargo, la administración de sal a pacientes con aldosteronismo primario produce un déficit rápido de K+, lo que se ha utilizado como prueba de detección de la enfermedad.
Finalmente,
la hipomagnesemia puede producir depleción de K+ e hipokalemia. La
pérdida de K+ es tanto urinaria como fecal y sus mecanismos íntimos
no son bien conocidos (ver Magnesio).
Pérdidas
extrarrenales.
Aproximadamente
de 3 a 6 litros de secreciones gástricas, pancreáticas, biliares e intestinales
llegan a luz gastrointestinal cada día. Todos estos líquidos son reabsorbidos y
sólo 100 a 200 mL de agua y de 5 a 10 mEq de potasio por día son eliminados en
las heces. El aumento de K+ y su pérdida ya sea por diarrea o
fístulas, puede conducir a depleción de este ión. La sudoración masiva, mal
reemplazada, también produce depleción crónica o aguda de K+.
Cuadro clínico
Los
datos clínicos más prominentes de la hipokalemia y de la depleción de K+
son neuromusculares: debilidad muscular, adinamia, hiporreflexia que puede
llegar a parálisis la cual, si afecta a los músculos respiratorios, puede ser
fatal. La intensidad de las manifestaciones clínicas depende de la gravedad y
lo abrupto de la depleción del K+. La rabdomiolisis es otra
complicación que puede aparecer en sujetos con depleción de K+. Las
anormalidades electrocardiográficas son comunes en la hipokalemia y se
caracterizan por: aplastamiento e inversión de la onda T, prominencia de la
onda U y descenso del segmento ST. Estas alteraciones eléctricas pueden
conducir, en casos graves, a paro cardíaco. Los pacientes depletados de K+
se intoxican fácilmente con digital o sus derivados.
La
depleción crónica de potasio produce lesión vacuolar en las células proximales
tubulares (nefropatía kaliopénica) y ocasionalmente también en el tubo distal.
Estas alteraciones se acompañan de incapacidad para concentrar la orina que
resulta en la aparición de poliuria y polidipsia. La filtración glomerular
puede ser normal o estar discretamente baja y recuperarse en cuanto la
depleción de potasio se corrige.
Tratamiento
Una vez
valorados los efectos fisiológicos de la depleción de K+, se procede
a su tratamiento que, de ser posible, debe ser lento y por vía oral. El primer
objetivo será sacar de peligro al enfermo y no necesariamente corregir en forma
total el déficit del ión. Hay que recordar que no existe una correlación
directa entre la concentración de K+ plasmático y el K+
corporal total. En general, se puede aproximar que una pérdida de 100 a 200 mEq
de K+ harán descender el K+ plasmático de 4 a 3 mEq/L.
Una pérdida adicional de otros 100 a 200 mEq puede reducir el K+ en
plasma a casi 2 mEq/L. Sin embargo, una pérdida mayor de 400 mEq difícilmente
modificará las cifras de K+ sérico ya que el K+
intracelular se encarga de mantener esa concentración al liberar K+
de las células. El efecto del pH es muy importante para valorar el grado de
kaliocitopenia ya que la acidosis aumenta la concentración del potasio
extracelular y la alcalosis la disminuye; por lo tanto, para conocer el estado
que guarda el K+ sérico, es necesario corregir antes el trastorno
del equilibrio ácido-básico.
La sal
preferencial para tratar los déficits de K+ es el KCl, que además
corrige la alcalosis y la deficiencia de Cl, condiciones que con
frecuencia acompañan a la hipokalemia. Se pueden emplear sales orgánicas, como
citrato o gluconato, en casos con depleción leve, o como suplementos en
pacientes que reciben diuréticos en forma crónica.
El uso
de sales de K+ por vía endovenosa, debe restringirse a pacientes con
vómitos incoercibles, cetoacidosis o depleción grave de K+. Es
importante que la concentración de K+ en las soluciones no pase de
los 60 mEq/L y que la velocidad de infusión no sobrepase 20 mEq/hora, sin
administrar más de 200 a 250 mEq/día, a no ser que las condiciones del paciente
así lo requieran; es fundamental que
se controle muy de cerca a estos pacientes ya que pueden pasar de hipo a hiperkalemia en horas y aún en minutos. El mejor método es la medición de K+ sérico, y la valoración clínica de la debilidad muscular y la hiporreflexia. El electrocardiograma es un instrumento fundamental para evitar la toxicidad por hiperkalemia cuando la corrección es muy brusca.
se controle muy de cerca a estos pacientes ya que pueden pasar de hipo a hiperkalemia en horas y aún en minutos. El mejor método es la medición de K+ sérico, y la valoración clínica de la debilidad muscular y la hiporreflexia. El electrocardiograma es un instrumento fundamental para evitar la toxicidad por hiperkalemia cuando la corrección es muy brusca.
HIPERKALEMIA
La
hiperkalemia es una complicación infrecuente en sujetos normales, ya que los
mecanismos corporales son extremadamente eficientes para evitar la acumulación
de K+ en el espacio extracelular. La manera como el cuerpo dispone
de una carga de K+ es: 1. entrada rápida de K+ a las
células, respuesta en parte mediada por insulina; 2. aumento de las pérdidas
gastrointestinales por secreción colónica de K+ y 3. excreción de K+
por el riñón. El aumento en la excreción renal de K+ empieza
relativamente rápido; se calcula que una tercera parte es excretada en las
primeras dos horas y 80% en las siguientes 6 horas. El pequeño incremento en el
K+ sérico estimula la secreción de aldosterona, que favorece el
intercambio con Na+ en las porciones distales del nefrón y por lo
tanto la excreción de K+.
En la
insuficiencia renal crónica, la combinación de una ingestión constante de K+
y menor número de nefronas funcionantes, requiere de aumento en la excreción de
K+ por nefrona; esto permite que se mantenga una relativa
normokalemia, a pesar de daño renal avanzado, sobre todo si se mantiene una
dieta no excesiva en K+, el volumen urinario y el flujo distal son
adecuados y si se puede estimular satisfactoriamente la secreción de
aldosterona.
Etiopatogenia
La toma
inadecuada de muestras de sangre, al producir hemolisis, fragmenta los glóbulos
rojos (células con alta concentración de potasio) lo que ocasiona aumento
ficticio de los niveles de K+ sérico. Para evitar errores en la
interpretación, no es conveniente efectuar este examen en muestras de sangre
hemolizada.
Los
mecanismos responsables de la hiperkalemia verdadera, en condiciones anormales,
son: reducción en la producción de renina, pérdida de la respuesta de la
corteza suprarrenal a la secreción de aldosterona, incapacidad tubular renal
para excretar K+ y la distribución celular anormal de K+
ingerido o movilizado endógenamente.
La causa
más frecuente de hiperkalemia verdadera es sin duda una inadecuada excreción de
K+ por el riñón. En presencia de oliguria o de anuria, como ocurre
en la insuficiencia renal aguda, la aparición de hiperkalemia progresiva es la
regla. En la insuficiencia renal crónica, por el contrario, el riñón se adapta
lo suficiente como para evitar la hiperkalemia; sin embargo, si se ve sometido
a una carga excesiva o aparece infección, que aumenta el catablismo, esto puede
disparar el K+ sérico a niveles peligrosos. Hay enfermedades que
desarrollan defectos tubulares selectivos que limitan la excreción de K+,
como el lupus eritematoso generalizado, la anemia de células falciformes y
algunas formas de rechazo del riñón. Comentario aparte merecen enfermedades que
cursan con hipoaldosteronismo hiporreninémico, como la diabetes mellitus, que
aún en etapas muy tempranas de insuficiencia renal pueden presentar grados
importantes de hiperkalemia. La hiperkalemia es la regla en la enfermedad de
Addison y en algunas formas selectivas de hipoaldosteronismo.
La
aldosterona juega un papel muy importante en la homeostasis del K+ y
la hiperkalemia estimula la secreción de aldosterona que ayuda al K+
sérico a regresar a valores normales. Consecuentemente, cualquier padecimiento
o droga que reduzca el efecto de la aldosterona, ya sea por disminución en su
producción o por resistencia en sus órganos blanco, facilitará la retención del
K+ y la aparición de hiperkalemia. Ya que la aldosterona también
aumenta la reabsorción de Na+ y la secreción de H+, estos
cuadros se acompañan de cierto grado de pérdida de Na+ y de acidosis
metabólica. La hiperkalemia aparece en el curso de un catabolismo tisular
exagerado como se ve en el síndrome de aplastamiento, hemolisis o sangrado
interno (aporte endógeno exagerado). Si a esto se suma acidosis, que favorece
la salida del K+ celular, e insuficiencia renal aguda, el incremento
en el K+ sérico es tan rápido (2 a 4 mEq/día), que obliga al empleo
de medidas heroicas para su control (hemodiálisis o diálisis peritoneal). En
pacientes con quemaduras amplias, traumas o enfermedades neuromusculares, como
paraplegias o esclerosis múltiples, el uso de un relajante como la
succinilcolina, puede causar hiperkalemia grave. Este agente parece liberar el
K+ de las células al despolarizar la membrana celular. La
intoxicación digitálica grave produce hiperkalemia intensa, ya que el K+
se sale de las células y no regresa debido al bloqueo casi completo de la Na+-K+
ATPasa. En la parálisis periódica familiar hiperkalémica, las elevaciones del K+
sérico se asocian a crisis de parálisis muscular; la patogenia del síndrome es
desconocida, pero se sabe que la ingestión de K+ puede precipitar
las crisis.
Cuadro clínico
Los
síntomas y signos que aparecen con la hiperkalemia se limitan a debilidad
muscular y a trastornos en la conducción eléctrica del corazón.
Un
aumento en la concentración de K+ plasmático reduce el cociente (K+)
intracelular/(K+)extracelular y este reduce el potencial de reposo
de la membrana. Si el potencial de reposo cae por abajo del potencial de
umbral, la célula es incapaz de repolarizarse después de un potencial de acción
lo que trae como consecuencia debilidad o parálisis. Estos síntomas, habitualmente
no aparecen hasta que la concentración de K+ excede los 8 mEq/L; sin
embargo, los enfermos con parálisis periódica, pueden iniciar su sintomatología
cuando el K+ sérico oscila alrededor de 5.5 mEq/L.
Los
trastornos en la conducción cardíaca, pueden llegar a fibrilación ventricular y
paro; en consecuencia, el registro electrocardiográfico permanente o
intermitente, es crítico en el manejo de este trastorno. La alteración de la
onda T se hace obvia cuando el K+ sérico excede los 6 mEq/L. El
complejo QRS se ensancha cuando la concentración sérica alcanza 7-8 mEq/L y la
onda P tiende a desaparecer. El cambio final es una onda sinusoidal, debido a
que el ensanchamiento del QRS se une a la onda T; lo que sigue a este trazo, es
fibrilación ventricular y paro.
La toxicidad cardíaca de la hiperkalemia se puede acentuar con la presencia o coincidencia de: hipocalcemia, hiponatremia, acidosis o elevación rápida de la concentración de K+ sérico.
La toxicidad cardíaca de la hiperkalemia se puede acentuar con la presencia o coincidencia de: hipocalcemia, hiponatremia, acidosis o elevación rápida de la concentración de K+ sérico.
Diagnóstico
El
diagnóstico en el paciente con hiperkalemia puede resultar fácil o muy
complicado. Una buena historia que proporcione datos sobre la dieta, la
existencia o no de enfermedad renal, diabetes millitus, insuficiencia
suprarrenal, uso de diuréticos ahorradores de K+ o episodios de
debilidad muscular, junto con el examen físico dirigido a confirmar o no la
existencia de debilidad muscular, hipotensión, pigmentación de piel o mucosas y
un examen general de orina, la medición de urea, creatinina, Na, K+,
Ca++ y pH, permitirán establecer si la hiperkalemia es por exceso de
ingestión, disminución en la excreción o por movilización de los tejidos. La
insuficiencia renal, como causa del problema, se puede diagnosticar fácilmente
por la elevación de urea y creatinina. Si la función renal es normal o sólo
está discretamente alterada, hay que pensar en alguno de los padecimientos que
cursan con niveles bajos de aldosterona. Para esto, es necesario contar con
niveles de aldosterona, renina y cortisol. Por último, la hiperkalemia puede
ser debida a la existencia de alteraciones tubulares, con o sin acidosis
acompañante.
Tratamiento
El
tratamiento debe estar dirigido primero a corregir la hiperkalemia y después su
origen. Recordar que hay que mantener un registro electrocardiográfico y del K+
sérico, de esta manera el tratamiento evita la aparición de otras
complicaciones. El cuadro 6 resume los tres tipos de terapéuticas dirigidas a
disminuir y normalizar los niveles de K+.
El Ca++
habitualmente se utiliza en pacientes con hiperkalemia muy grave y su efecto es
rápido. Se pueden utilizar ámpulas de gluconato de calcio, de 10 mL, al 10%,
que se pueden repetir en 5 minutos si el efecto no es suficiente. La mezcla de
glucosa e insulina, moviliza el K+ a la célula en un periodo de 30 a
60 minutos. Igualmente el empleo de NaHCO3 en ampolletas de 44 mEq, infundidas
lentamente en 5 minutos, modifican el pH y movilizan el K+ hacia el
interior de las células. Igual que la insulina, los receptores beta 2
adrenérgicos favorecen la entrada de K+ a las células al activar la
Na+-K+ ATPasa. Una consecuencia de este efecto es que la
liberación de epinefrina durante situaciones de estrés pueden producir un
descenso transitorio en los niveles séricos de K+. Hay menos
información sobre el empleo de beta 2 agonistas en el tratamiento de la hiperkalemia;
resultados preliminares con albuterol (10 a 20 mg en nebulizador y 0.5 mg
endovenosos) muestran descenso de la concentración de K+ sérico de
0.5 a 1.5 mEq/L en 30 minutos.
Cuadro 6. Tratamiento de
la hiperkalemia
|
Antagonistas
del K+ a nivel membranal
Calcio
Na+ hipertónico
Medios que
faciliten la entrada de K+ a la célula
Glucosa e
insulina
NaHCO3 Solución salina hipertónica
Remoción de K+
corporal
Diuréticos
Resinas de intercambio catiónico Diálisis peritoneal o hemodiálisis |
Ninguna
de las medidas descritas son capaces de eliminar el potaiso corporal; para
esto, se deben utilizar resinas de intercambio catiónico de sulfato sódico de
poliestireno que se pueden aplicar como enemas o por vía oral. Para pacientes
con insuficiencia renal crónica terminal muy avanzada, habrá que emplear la
diálisis peritoneal o la hemodiálisis. Ambos métodos se emplean también en
pacientes con insuficiencia renal aguda hipercatabólicos, en los que la
destrucción celular facilita la salida de K+ al líquido extracelular en grandes
cantidades. En estos casos, es preferible el empleo de hemodiálisis, ya que la
velocidad de extracción del K+ es mucho mayor que con la diálisis
peritoneal. Sin embargo, todos estos métodos son lentos y en presencia de hiperkalemia
aguda, que ponga en peligro la vida con graves síntomas clínicos y
electrocardiográficos, deben emplearse en primer lugar los métodos rápidos
descritos antes.
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